Seguro que estás sonriendo, qué hija de puta.
Lo cierto es que puede que empiece a quererte. O tal vez sólo sea esta necesidad de una dosis de indiferencia tuya, de esas que valen por cien abrazos con las piernas de otra.
Al final me voy a quedar dormido con tu nombre y no tu, ya me entiendes, en la punta de la lengua.
Y te voy a volver a imaginar despierta excitando al techo.
Y joder, estás tan guapa.
Al final nos vamos a enamorar los dos.
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