Me basta tu risa para aferrarme a un recuerdo,
el bastón de tristeza con el que trato a los gusanos
cuando vienen a comerse los pedazos
y habitarme las sombras,
el horario de visitas de este absurdo trabajo
de olvidar tus manos frías
cada vez que me emborracho.
Cada día.
La gente dice que deje de hacerme daño.
Olvidarte.
Eso sí que me dolería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario