lunes, 15 de septiembre de 2014

Quiero
follarte
como si no quisiera conocerte
y mañana fueras anoche
y ayer esta madrugada.

Tus ojos llenos de sangre,
tu boca llena de sangre,
tus manos
chorreando
sangre,
mis dedos
inyectados
en sangre.

Quiero que los vecinos
follen
mientras nos escuchan.

Quiero que me digas no,
que me rechaces
una
y
otra
vez,
para ocupar tu boca
con mi puño,
abofetear
esa insolencia
de quien no sabe
quien le viene encima,
escupir
sobre tus intentos de poder
y enseñártelo
boca abajo,
tu cuello apretado,
en mis dedos húmedos,
que tus manos frenen las mías
mientras tus piernas me abren las puertas
de
par
en
par
-como tus orgasmos-,
y latas.

Latas
como la estampida
de doscientos caballos salvajes
en veinte metros cuadrados.

Y beberme tu latido
-y que se derrame
por
la comisura
de mis labios-.

Y lo recojas
de rodillas
-el tuyo también-.

Quiero decirte no,
lucharte
cuerpo a cuerpo
-como una batalla donde gana
el que más sexo suda-,
y cuando te creas victoriosa
atracarte de espaldas:
mis uñas en tu pelo,
tu espalda curvada como un látigo
al contacto de mis yemas con tu culo,
tus córneas
chorreando placer blanco,
tus oídos llenos de todo aquello
que tu madre nunca quiso que escucharas
y tú nunca pensaste que oirías,
tu boca semi abierta
pidiendo algún tipo de clemencia
que notas bajando
suave y caliente
desde tu garganta
a mi orden.

Quiero
que cuando tu pelo sea un incendio,
y tu boca expulse llamas,
y tu dorado coño
ahogue mi garganta
y haga de mi cama un barrizal
con ese dulce chapoteo
de quien se rinde
como quien sabe
que perdiendo gana
y se derrama
como un vaso bajo un grifo abierto,
descanses
y te sientes
sobre
mi
boca.
Hasta mañana.

Quiero
que todos los puritanos
pongan a la censura
nuestro nombre.

Quiero
que quien no lo entienda
vea tu cara llena de mi orgasmo
y ese sea el polvo visual de su vida.


Te aviso:
tu punto G
está en mi lengua.

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